Erase una vez un equipo de publicistas que tenían en la cartera de clientes a unos grandes almacenes conocidos en el mundo entero. Los grandes almacenes estaban preocupados porque las ventas a mediados de Febrero descendían bastante tras tener grandes beneficios en navidades y las primeras semanas de rebajas. Desde finales de Noviembre y Diciembre y Enero enteros eran unos meses fastuosos, pero con Febrero todo cambiaba. Así que se decidieron a inventarse algo. Como el responsable de esos grandes almacenes solo se le daban bien las cuentas y no era nada creativo, hizo uso del equipo de publicista que tenía contratados para sentir que no tiraba el dinero.
En una reunión muy importante de negocios internacionales, los publicistas se reunieron con los responsables de los grandes almacenes y éstos expusieron la problemática. Los publicistas puestos al corriente volvieron a su lugar de trabajo y se estrujaron los sesos reunión tras reunión para encontrar una solución. El tiempo prefijado para aportar una propuesta atractiva se acababa, pero en ese momento se le encendió la bombilla a uno de ellos. El publicista iluminado era un tipo bastante religioso y se sabía el santoral y las historias sobre las beatificaciones. El creativo recordó lo siguiente:
San Valentín era un sacerdote que, hacia el siglo III, ejercía en Roma. Gobernaba el emperador Claudio II, quien decidió prohibir la celebración de matrimonios para los jóvenes, porque en su opinión los solteros sin familia eran mejores soldados, ya que tenían menos ataduras.
El sacerdote consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador. Celebraba en secreto matrimonios para jóvenes enamorados (de ahí se ha popularizado que San Valentín sea el patrón de los enamorados). El emperador Claudio se enteró y como san Valentín gozaba de un gran prestigio en Roma, el emperador lo llamó a palacio. San Valentín aprovechó aquella ocasión para hacer proselitismo del cristianismo. Aunque en un principio Claudio II mostró interés, el ejército y el gobernador de Roma, llamado Calpurnio, le persuadieron para quitárselo de la cabeza.
El emperador Claudio dio entonces orden de que encarcelasen a Valentín. Entonces, el oficial Asterius, encargado de encarcelarle, quiso ridiculizar y poner a prueba a Valentín. Le retó a que devolviese la vista a una hija suya, llamada Julia, que nació ciega. Valentín aceptó y, en nombre del Señor, le devolvió la vista.
Este hecho convulsionó a Asterius y su familia, quienes se convirtieron al cristianismo. De todas formas, Valentín siguió preso y el débil emperador Claudio finalmente ordenó que lo martirizaran y ejecutaran el 14 de febrero del año 270.
Lo que el publicista planteaba era popularizar una celebración en la que se apelaba a uno de los sentimientos más grandes y profundos del ser humano: el amor. Lo que proponía era que todo aquel que estuviese enamorado se rascase el bolsillo para así demostrar sus sentimientos más profundos hacia su cónyuge, pareja o pretendida a través de algo material.
A los grandes almacenes nos les pareció mala idea a pesar de que no confiaban demasiado en esta propuesta. Aún así decidieron llevarla a cabo y al hacer cuentas el día 15 se dieron cuenta de que tuvo mucho éxito ya que a las mujeres les volvió locas que se celebrase algo tan sentimental y pasional y los hombres tuvieron que satisfacer los deseos de ellas para demostrar que también son románticos, detallistas, y también, por qué no decirlo, para hacerlas felices y no discutir. También para no sufrir varias semanas de piernas cerradas; pero eso es una historia aparte.
Posteriormente se extendió al resto de comercios y servicios, siendo el sector de floristería uno de los más beneficiados, así como el de joyería y el de tarjetas de felicitación.